Julian Assange, condenado en Reino Unido por violar los términos de «libertad condicional» fue capturado en Londres luego que el presidente de Ecuador, Lenin Moreno le revocara el asilo y la nacionalidad para facilitar así su captura.
El prestigio del informático australiano, a través de los llamados Wikileaks, reveló las maniobras del Partido Demócrata para entorpecer la campaña de Berni Sanders, tildandolo de socialista en EEUU y quien fue rival de Hillary en las primarias Demócrata, en 2016.
En 2010 publicó un vídeo en el que aparecía un helicóptero estadounidense disparando contra civiles en Afganistán. Después se difundieron miles de documentos oficiales confidenciales, desde mensajes militares a cables de embajadas, muchos de ellos sobre la guerra de EEUU en Irak.
El difusión de secretos puso en evidencia, en primer lugar, los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos y, segundo, la existencia de una red de espionaje a gran escala desde las agencias de inteligencia de Estados Unidos, algo que sería después confirmado por las filtraciones de Edward Snowden, ex empleado de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), cuando quedó al descubierto que EE UU había pinchado los teléfonos de Angela Merkel y Dilma Rousseff, entre muchos otros dignatarios.
Joe Biden, el que fuera vicepresidente de Obama, calificó a Wikileaks de organización ciberterrorista. Y Hillary Clinton llegó a plantear en 2010, después de las primeras revelaciones de secretos oficiales sobre EE UU, la posibilidad de acabar con Assange. “¿No podríamos matarlo con un dron”, fueron sus palabras.