La crisis provocada por la pandemia de COVID-19 a escala mundial nos ha demostrado de una manera drástica y triste, la urgente necesidad de cambiar nuestros hábitos, forma de vivir y la relación destructiva hacia la naturaleza.
Al inicio de la crisis, la mayoría de nosotros mostró mucha solidaridad y aceptó importantes restricciones para evitar que el virus se propagara. Esto debería darnos la esperanza de que también podemos superar la amenaza mucho mayor de la crisis climática si actuamos como una comunidad mundial de solidaridad.
La pandemia también ha cambiado nuestro entorno. El aire y el agua en muchas regiones costeras son más limpios, y las emisiones globales de CO2 están mostrando una reducción histórica. Pero este efecto sólo será de corta duración. Incluso existe el riesgo de que alcancemos nuevos niveles récord después de la crisis, en un efecto «rebote».
Entonces, ¿cuál es la relación entre la pandemia y la conservación de la biodiversidad?
La Organización de las Naciones Unidas Naciones (ONU) define biodiversidad a “la amplia variedad de plantas, animales y microorganismos existentes, pero también incluye las diferencias genéticas dentro de cada especie -por ejemplo, entre las variedades de cultivos y las razas de ganado-, así como la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, campos agrarios,…) que albergan múltiples interacciones entre sus miembros (humanos, plantas, animales) y su entorno (agua, aire, suelo…)”.
A la vez, la misma ONU puntualiza que los recursos biológicos son los pilares que sustentan las civilizaciones. Detallan que, los peces proporcionan el 20% de las proteínas animales a unos 3,000 millones de personas y que más del 80% de la dieta humana está compuesta por las plantas.
Sin embargo, los especialistas y científicos han determinado que el COVID-19 es una respuesta de la misma tierra, a más de 40 años de maltrato y abuso en la destrucción de la biodiversidad y de la vida misma.
El Papa Francisco ya advertía sobre esto en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”: «Nunca hemos maltratado y herido a nuestra Casa Común tanto como en los dos últimos siglos».
En este sentido, la ONU sostiene que los cambios ambientales inducidos por el hombre modifican la estructura de la población de vida silvestre y reducen la biodiversidad, lo que resulta en nuevas condiciones ambientales que favorecen a los “huéspedes, vectores y / o patógenos particulares”, como los coronavirus.
La pandemia nos ha demostrado que, si no existe un cambio con la madre naturaleza, la especie que estaría amenazada en desaparecer seria la humana. Hemos visto como el COVID-19 solo ha afectado a los humanos, no hay especies animales que estén siendo afectadas por este virus. También, mientras los procesos naturales siguen su curso. Dicho de otra manera, la vida natural puede seguir perfectamente sin nosotros.
Sin embargo, se está a tiempo de hacer un cambio fundamental y esto no solo está enfocado o delimitado en sembrar árboles y recoger basura en los ecosistemas, que está bien, pero hay que hacer más exigiendo el respeto a la vida, que no está por debajo a intereses meramente mercantiles.
Se trata de adquirir compromisos, y no solo desde lo Estatal, sino también desde la empresa privada, patrones de conductas, educativos y culturales. Se debe exigir mayor transparencia a las grandes empresas contaminadoras y destructivas.
Retomar una Agenda Verde es de suma importancia para El Salvador, pero, como ya sabemos, los problemas naturales no reconocen fronteras; la región centroamericana debe unirse y enfocarse a crear y aplicar políticas públicas para proteger la biodiversidad.
La región centroamericana debe retomar la Década para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), declarada por Naciones Unidas, ya que es una respuesta a escala mundial ante la pérdida y degradación de los hábitats se centrará en desarrollar la voluntad y la capacidad políticas para restaurar la relación de los seres humanos con la naturaleza.
Aún estamos a tiempo, sino cambiamos nuestra relación con la madre tierra, se está en el camino donde ya no hay retorno. Urge una Agenda Verde.