Unos agentes retirados de la DEA, que durante un año y medio participaron en la operación de búsqueda del narcotraficante Pablo Escobar, revelaron unos detalles acerca de la cárcel de La Catedral, donde se encontraba el extinto líder del cártel de Medellín.
Steve Murphy y Javier F. Peña compartieron recuerdos en su nuevo libro ‘Manhunters: How We Took Down Pablo Escobar’ (‘Cazadores: Cómo atrapamos a Pablo Escobar’, en español), que será publicado el próximo 12 de noviembre y cuyos extractos publicó este 9 de noviembre The New York Post.
En 1991, el criminal se rindió a las autoridades colombianas y acordó pasar 5 años en la cárcel. Entonces, construyó una prisión conocida como ‘La Catedral’, en el Departamento de Antioquia, donde tenía como guardias a gente de su confianza. Un año después del encarcelamiento, el narcotraficante escapó.
Peña describió que cuando los uniformados llegaron a la prisión, esta lucía como «un club de campo lleno de cosas lujosas», entre ellas televisores, refrigeradores y sistema de sonido.
Además, el exagente indicó que el narcotraficante nunca dormía en el mismo lugar durante más de 2 noches consecutivas. «Usaba cabañas cercanas para las fiestas y alternaba el sueño en cada una de ellas», declaró.
De acuerdo con Peña, Escobar «tenía una fijación» con baños «bien proporcionados». «Cada vez que allanábamos una casa de seguridad que usaba Escobar, siempre encontrábamos un cuarto de baño curiosamente brillante con accesorios nuevos», relató.
Dibujos animados sobre EE.UU. y juguetes sexuales
Entre las cosas sorprendentes que los agentes hallaron en La Catedral, Peña enumeró una colección de dibujos animados satíricos que se burlaban de EE.UU. Según sus declaraciones, todos los volúmenes de estas cintas «fueron firmados por Escobar y encerrados en cajas de regalo» de cuero.
Mientras tanto, la oficina del narcotraficante también guardaba una serie de secretos. De esta manera, entre la correspondencia del líder del cártel de Medellín, fueron encontradas cartas de mujeres que ofrecían que Escobar tuviera sexo con sus hijas. Al mismo tiempo, en un armario encontraron lencería de encaje y «juguetes sexuales, incluso vibradores».
Ahora, años después de la operación, a Murphy todavía le resulta difícil creer que formó parte de esa búsqueda. «¿Hicimos esto de verdad? ¿Se acabó realmente?», preguntó, añadiendo que el operativo «lo sintió como un sueño«.