Durante semanas, Michelle Zymet le suplicó a su hijastro que no saliera con sus amigos y que siempre utilizara una mascarilla.
“No es el momento”, le decía la mujer de Florida, rogándole que pensara en su papá, quien es parte de la población de mayor riesgo de COVID-19 debido a que padece de diabetes y sobrepeso.
Una tarde de principios de junio, el joven salió de casa en contra de la voluntad de su madrastra, se reunió con sus amigos y se quitó la mascarilla para comer y beber. Pocos días después, él comenzó a presentar síntomas de resfriado y una de las amigas con las que se reunió le informó que había sido diagnosticada con el nuevo coronavirus. Para entonces, el virus ya se había afianzado en la casa del joven.
Su padre, John Place, de 42 años, ahora lucha contra la enfermedad desde la cama de una unidad de terapia intensiva de un hospital.
El contagio entre los miembros de esta familia de Plantation, Florida, es un buen ejemplo de los peores temores de las autoridades: que el reciente repunte de casos que afecta a los residentes más jóvenes del estado termine contagiando a personas más vulnerables y de mayor edad.
“Ellos no siempre escuchan. Podrían sentirse presionados por sus amigos”, dijo Zymet, de 42 años. “Tal vez creen: ‘Ninguno de nosotros está enfermo. Estamos bien’. No entienden que muchos de nosotros somos portadores asintomáticos del virus”.
El joven, que no quiso hablar con la prensa, les dijo a su padre y a su madrastra que en un principio creyó que tenía un resfriado común y tomó medicamentos de venta libre. Cuando se enteró que su amiga había dado positivo al nuevo coronavirus, de igual forma no le dio mucha importancia.
Pero, uno por uno, sus familiares comenzaron a enfermar, empezando por su hermano de 14 años, quien también sufre de sobrepeso y presentó aletargamiento, jadeos y tos.
Su hermana de 6 años apenas tuvo flujo nasal. Su madrastra aquejó algunos dolores, fiebre y escalofríos. Todos dieron positivo, pero únicamente Place, el padre, requirió hospitalización luego de cuatro días de fiebre e incesante tos. Lleva casi tres semanas en el hospital.
Debido a que Place no ha podido ir a trabajar en su negocio de fotografía, los amigos de Zymet comenzaron a recaudar fondos para la familia mientras se preparan para lidiar con los cuantiosos gastos médicos.
Zymet dice que le han llamado una “madre terrible» y “bruja malvada” por culpar a su hijastro, pero ella cree que era importante compartir la historia de su familia en medio de un incremento de infecciones que primero fueron detectadas entre personas más jóvenes.
Alcaldes del sur de Florida se reunieron a principios de esta semana con el gobernador Ron DeSantis y le informaron que las reuniones de jóvenes eran un factor fundamental en el incremento de casos que se registró en junio en la región.
El alcalde del condado de Miami-Dade Carlos Giménez, dijo que los jóvenes celebraban el fin del año escolar o de la universidad, y que en algunos casos se integraron a las protestas multitudinarias o simplemente acudieron a una fiesta en una casa, en algún foro clandestino o en algún restaurante adaptado como bar en violación a las medidas de confinamiento.
Con tantas familias multigeneracionales en la comunidad, el contagio a los miembros de mayor edad parecía inevitable, dijo Giménez.
“Luego de que los jóvenes comenzaron a contagiarse entre ellos, ahora vemos los resultados a medida que personas de mayor edad están siendo hospitalizadas”, dijo Giménez el martes. “Es justo lo que temíamos: que contagiaran a sus padres, que contagiaran a sus abuelos”.
El miércoles, Florida rebasó los 300.000 casos confirmados y promedia alrededor de 96 decesos diarios, más del triple que hace un mes.