Las autoridades australianas ordenaron confinar durante un mes a más de 300.000 personas en la ciudad de Melbourne, en el estado de Victoria, ante un rebrote que comenzó cuando un grupo de trabajadores de un hotel compartió un mechero para encender cigarrillos. El jueves pasado, las cifras de contagio llegaban a 77, con lo que igualaba los registros de todo el mes de marzo. A lo largo de la semana, los contagios diarios estuvieron por encima de 70.
La restricción de movimiento, que se extenderá hasta el próximo 29 de julio, obliga a los vecinos de esas zonas a quedarse en sus casas y sólo salir para hacer la compra, ir a citas médicas, al trabajo o a hacer deporte. Las fronteras de los barrios que entraron el jueves pasado en la cuarentena estarán vigiladas permanentemente.
Confinar a todo Melbourne, una posibilidad
El premier de Victoria, Daniel Andrews, aseguró que confinar a todo Melbourne es una posibilidad que no se descarta: “Si todos ponemos de nuestra parte durante las próximas cuatro semanas, podemos recuperar el control de la trasmisión en el área metropolitana de Melbourne. Si no cerramos esos barrios, tendremos que cerrar todos los barrios. Queremos evitar eso”.
Desde el comienzo de la pandemia, Australia ha reportado cerca de 7.800 casos positivos de coronavirus y 104 fallecidos. Debido a su bajo nivel de contagio, fue incluido en la lista de 15 países a cuyos viajeros la Unión Europea permite entrar en su territorio.
Parte del relativo éxito que ha tenido Australia durante la pandemia, y que lo mantiene alejado de los casos más graves como Estados Unidos o el Reino Unido, se debió al cierre radical de las fronteras, facilitado por su condición de isla. Además, las autoridades decretaron cuarentenas, aislamientos e hicieron muchas pruebas a la población. A mediados de junio había menos de 400 contagios activos.