El paradigma tiene su génesis en condiciones adversas debido a que es una reacción al estatus quo existente. Se erige en negación a lo que prevalece, crea un discurso de rechazo al contexto en donde se produce el desarrollo de las estructuras, y a las propias dinámicas internas que le dan vida a la realidad presente y dominante. Los paradigmas nacen sin pretensión de serlo, se convierten al ser aceptados socialmente, luego en otras latitudes comienzan a tomar aspectos de este, o a tratar de implantarlo como solución en sus respectivos Estados, que poseen problemas nacionales similares o peores a los que resolvió el paradigma en mención.
El paradigma se enfrenta a la «normalidad» y «naturalidad» de los hechos y fenómenos que cuestiona, porque la visión de la mayoría de las personas y de las instituciones que coexisten en esa sociedad objetada por el paradigma naciente, tendrán cotidianamente una interacción social o un desarrollo de las relaciones interpersonales como un hecho socio cultural cotidiano.
El paradigma inicia por cuestionar el fatalismo o la aceptación sumisa de la mayoría de la población. Es una lucha por evidenciar que no es correcta ni justa la visión ni percepción personal del mundo adquirida en el proceso de socialización, a través de los agentes como la familia, instituciones educativas, grupos sociales; redes sociales, tecnologías de la información y comunicación, etc.
El paradigma irrumpe casi de forma desapercibida, la masividad o colectividad no se percata de su existencia. Sin embargo, en la medida en que se comienza a expandir desde la base con un discurso crítico, constructivo y propositivo —en el preciso momento en que las personas descodifican o interpretan la justeza del simbolismo y retórica del paradigma emergente— inicia el proceso de desaprender y decomponer el marco lógico inculcado a las personas, para mantener y justificar lo cuestionado por la irrupción embrionaria del paradigma.
El paradigma en sí, o su sustancia, empieza a expandirse y abrirse paso en un contexto adverso. Sin embargo, debido a que en ese momento no constituye peligro para los detentadores del poder político y económico, pasa desapercibido. No obstante, en la medida que toma fuerza desde la base, entonces es considerado por los mantenedores del actual status quo como un hecho o fenómeno condenado a fracasar, por considerarlo informal; y además —por la manera súbita de su emergencia— los poderes fácticos lo califican como inofensivo, y lo tipifican como un fracaso inevitable. Esta apreciación se debe a que no logran dimensionar, ni comprender e interpretar la importancia del paradigma.
El paradigma está constituido por una propuesta para solucionar un problema grave y de gran envergadura social, y se vuelve a la vista de los mantenedores del estatus quo como incompetente y utópico, porque la propuesta de solución es a corto plazo para un problema socioeconómico y político de larga data. Los que mantienen el poder político y económico oponen resistencia y argumentan que para que se dé la solución pasarán varias décadas, y que lo resolverán otras generaciones, pero es «imposible» que se lleve a cabo en el presente.
El paradigma es esgrimido, por lo general, por los jóvenes contra la gerontocracia que se perpetúa en el poder, como los únicos «iluminados» que pueden «resolver» los problemas, cuando en la realidad los profundizan. Además se arrogan el derecho de haberse ganado, por longevidad, el puesto o plaza en algunos de los poderes de Estado. Significa que el paradigma es revolucionario, porque plantea cambios estructurales que generarán una nueva cultura, relaciones interpersonales y de relaciones sociales de producción.
El paradigma es un cambio radical en la institucionalidad, en los procesos y engranajes endógenos de las estructuras sociopolíticas-económicas que garantizan y protegen el antiguo régimen. Por lo tanto el paradigma mismo es prohibido, y penalizada su existencia, por el planteamiento de instauración de un nuevo sistema y modelo político y económico respectivamente.
El paradigma —en síntesis— plantea la creación de un nuevo país. Precisamente por este planteamiento es que los «mayores» lo consideran atrevido e irrealizable, asimismo porque la propuesta de construcción de una nueva sociedad lo están proponiendo los jóvenes que no tienen experiencia en la construcción de partidos políticos, y tampoco de haber sido altos funcionarios de gobierno, o de organismos internacionales.
El paradigma es considerado realizable por los «mayores» únicamente a su usanza y a la historia de país. Por ejemplo, a través de un golpe de Estado, revolución o de cambio de la Carta Magna, con el agravante de que el paradigma se presenta pacíficamente, en donde esbozan que los cambios se realizarán por medio de una revolución pacífica, contando con el respaldo de la casi totalidad de la ciudadanía. Según Thomas Kuhn en su obra ¿Qué son las revoluciones científicas?,«Los cambios revolucionarios son diferentes y bastante más problemáticos. Ponen en juego descubrimientos que no pueden acomodarse dentro de los conceptos que eran habituales antes de que se hicieran dichos descubrimientos» (1989, p.59).
El paradigma es sui géneris y nace desde la profundidad de la sociedad con características únicas consecuencia del resultado histórico. La vinculación con el pasado constituye su justificación, y su propuesta de cambio es para realizarse en el presente, con una visión de futuro. El paradigma germina en el seno del viejo modelo imperante, y cuando emerge lo hace a través de los mecanismos y normas institucionalizadas; incluso irrumpe con algunas características del viejo paradigma, las cuales se van desprendiendo con el devenir, el que reemplazará al viejo a través de la reconstrucción o la construcción del sistema político de una sociedad. Según Thomas Khun en su obra La estructura de las revoluciones científicas:
«Los nuevos paradigmas nacen de los antiguos, incorporan ordinariamente gran parte del vocabulario y de los aparatos, tanto conceptuales como de manipulación, que previamente empleó el paradigma tradicional. Pero es raro que empleen exactamente del modo tradicional a esos elementos que ha tomados prestados» (2004, p.231).
El planteamiento del paradigma en el preciso momento que emerge puede ser considerado como una utopía. Va adquiriendo consistencia y materialidad con el tiempo, hasta llegar al momento cúspide de la culminación. Los paradigmas en las ciencias sociales, en contrario sensu a lo que plantea Carlos Marx, también pueden ser modelos científicos que se perfilan simultáneamente en la práctica más que en una teoría del conocimiento que los guía; aunque después se teorice, norme y desarrolle su propia metodología, y se le provea la explicación epistemológica.
El paradigma es ontológico cuando ha resuelto exitosamente los problemas que le dieron origen, es ahí precisamente cuando es considerado como un modelo por las mismas personas que lo construyen, lo reconoce su sociedad y al mismo tiempo los ciudadanos de otros países. De lo contrario, no lo será, no es una declaración socio política, tampoco un manifiesto a la nación. Por tal razón el primero en reconocerlo debe ser el ciudadano común y corriente, independientemente de su extracción social, ingreso económico, ideología, religión, etc.
El paradigma surge como germen, que se va formado o complejizando simultáneamente a ser aceptado por los ciudadanos nacionales y extranjeros. A tal ritmo va adquiriendo fortaleza, y se va construyendo a él mismo. Al tiempo que es una solución, incluso en su momento de éxito constituido por la instauración de su modelo propuesto todavía no puede ser considerado como un paradigma en su versión final, porque tiene que irse actualizando: es decir, ser dialéctico para resolver los nuevos problemas y satisfacer las recientes necesidades que van surgiendo.
El paradigma dejará de serlo, entre otras, por causas exógenas en el preciso momento que no continúe superando los problemas seculares y contemporáneos de la sociedad, ni tampoco responda y no esté a la altura de los nuevos desafíos y obstáculos. Por causas endógenas será por la implosión: es decir, que las bases de su debilitamiento hasta llegar a la extinción serán de carácter interno, que puede ser por traiciones, corrupción y «caballos de Troya». El paradigma, al ser crisis, está creando las condiciones fácticas y teóricas para el surgimiento de uno nuevo, que irremediablemente lo reemplazará.
Referencias bibliográficas
Kuhn, T. (1989). ¿Qué son las revoluciones científicas? Y otros ensayos. Paidós Ed. 1ra edición.
———- (2004). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica. México.