En las recientes elecciones de febrero y marzo, los partidos tradicionales de El Salvador, específicamente el FMLN y ARENA, enfrentaron una derrota histórica, no sólo perdiendo una representación significativa en el congreso, sino también el control sobre numerosas alcaldías. Este resultado es un reflejo de un claro rechazo por parte de la población, un mensaje contundente de desaprobación hacia estas entidades políticas que, al parecer, han perdido el contacto con sus propios electores.
La pregunta que resuena entre los salvadoreños es: ¿Por qué sucedió esto? La respuesta parece encontrarse en las acciones mismas de estos partidos.
Durante sus períodos en el poder, tanto el FMLN como ARENA han sido acusados de utilizar los recursos del Estado para beneficio propio. Además, sus presuntas conexiones con la delincuencia y las constantes decepciones a los ciudadanos han alimentado un creciente descontento.
En el caso de ARENA, sus ex presidentes han estado implicados en escándalos de corrupción. Por otro lado, el FMLN ha visto cómo sus únicos dos presidentes se convirtieron en prófugos de la justicia, acusados de saquear al menos mil millones de dólares.
Exministros condenados y otros huyendo de la justicia completan este sombrío panorama. Una frase icónica de un exministro de Obras Públicas resume de manera elocuente esta situación: «Si es legal, pase adelante», una promesa que resultó ser meramente publicitaria.
Este contexto nos lleva a reflexionar sobre el futuro político de estos partidos. ¿Estamos presenciando el inicio del fin de su era en la política salvadoreña? El mensaje de las urnas parece indicar que sí.
La ciudadanía ha mostrado su rechazo a la corrupción y a la falta de transparencia, optando por un cambio que se aleja de lo que estos partidos representaban.
El destino de los partidos tradicionales en El Salvador, especialmente el FMLN y ARENA, parece estar sellado. La desconfianza y el descontento de la población hacia estas entidades políticas, sumados a los escándalos de corrupción y mal manejo, indican que la muerte política de estos partidos podría ser un resultado inevitable.
La política salvadoreña está cambiando, y los ciudadanos están demandando una era de transparencia y responsabilidad.
La lección aquí es clara: los partidos deben evolucionar y conectarse genuinamente con las necesidades y aspiraciones de sus electores, o enfrentarse a su posible desaparición.