Nicolás Maduro envió hace dos semanas una carta al presidente Donald Trump, buscando retomar el diálogo que había sostenido con Richard Grenell, el enviado especial estadounidense. En el escrito, Maduro expresó su deseo de “derrotar las falsedades que han empañado nuestra relación” y propuso retomar conversaciones directas para tratar deportaciones y liberaciones de presos.
Sin embargo, Maduro intenta excluir a Marco Rubio, secretario de Estado y crítico declarado del régimen, quien mantiene firme su postura de que el líder chavista es un narcotraficante y debe responder ante la justicia, respaldado por una recompensa de 50 millones de dólares ofrecida por el Departamento del Tesoro.
La administración Trump, junto a Rubio, continúa ejerciendo presión sobre Venezuela mediante despliegues estratégicos en el Caribe y operaciones antidrogas que han neutralizado embarcaciones sospechosas de tráfico de drogas. Los vuelos de deportación y la supervisión de la frontera permanecen activos, demostrando que cualquier negociación debe realizarse bajo los términos de seguridad y legalidad establecidos por Estados Unidos.
Desde su retorno a la Casa Blanca, Trump ha combinado firmeza militar con canales de diálogo claros, asegurando que las acciones estadounidenses protegen al país y mantienen control sobre regímenes que desafían la ley internacional.