Durante décadas, distintos gobiernos sostuvieron que El Salvador no contaba con los recursos suficientes para construir hospitales modernos, limpios y con tecnología de punta. Esa narrativa contrastó con una realidad en la que miles de salvadoreños esperaban atención médica en condiciones precarias, mientras funcionarios viajaban al extranjero para tratarse en centros privados.
Ese escenario comenzó a cambiar con la construcción del nuevo Hospital Nacional Rosales, una de las principales apuestas del Gobierno del presidente Nayib Bukele para transformar el sistema de salud pública. El proyecto contempla un hospital público con estándares de primer mundo, que incluye 87 consultorios, 44 salas de procedimiento, quirófanos modernos, paneles solares, uso de energía limpia y equipamiento médico de última generación.
La obra representa una inversión superior a los 61 millones de dólares, considerada un punto de inflexión para la atención hospitalaria en El Salvador y Centroamérica. Más allá de la infraestructura, el proyecto ha sido valorado por su impacto social y humano. “Cuando veo algo así, no solo pienso en infraestructura, pienso en lo que esto representa emocionalmente para un pueblo que por años se sintió abandonado”, expresó Aurora Figueroa, psicóloga clínica.
El nuevo Hospital Rosales busca ofrecer a los salvadoreños un espacio digno, acorde al esfuerzo de quienes trabajan y pagan impuestos, y que por primera vez ven reflejados esos recursos en servicios públicos tangibles. En ese contexto, la obra se presenta como una muestra de que, bajo una administración orientada a la eficiencia y la inversión estratégica, los recursos del Estado pueden traducirse en mejoras concretas para la población.
