Los equipos de rescate están buscando desesperadamente sobrevivientes más de tres días después de que un poderoso terremoto de magnitud 7,7 sacudiera Myanmar, derribara edificios en lugares lejanos como la capital tailandesa, Bangkok, y enviara temblores a través de las provincias chinas cercanas.
Las primeras 72 horas después de un terremoto son ampliamente consideradas como la “ventana dorada” para llegar a las víctimas enterradas vivas bajo los escombros: después de ese período, las posibilidades de supervivencia sin una fuente de agua disminuyen rápidamente.
Se ha confirmado la muerte de más de 2.000 personas en Myanmar tras el mayor terremoto que ha azotado el país devastado por la guerra en más de un siglo, según las autoridades. Los expertos temen que la cifra real de muertos tarde semanas en conocerse.
Se han reportado daños generalizados después de que el terremoto causara el colapso de puentes y edificios, incluso en Bangkok, donde las autoridades están tratando de liberar a decenas de personas que se cree están atrapadas bajo los escombros de un rascacielos en construcción.
El epicentro fue ubicado en la región central de Sagaing, en Myanmar (antes Birmania), cerca de Mandalay, la antigua capital real, con una población de alrededor de 1,5 millones de personas, así como de numerosos complejos de templos y palacios históricos. Según las autoridades locales, quienes se encontraban en el epicentro del sismo se encuentran prácticamente aislados tras el derrumbe de un puente clave sobre el río Irrawaddy.
Mientras tanto, ayuda extranjera y equipos de rescate internacionales han comenzado a llegar a Myanmar después de que la junta militar emitiera un inusual pedido de ayuda.
El terremoto del viernes es el desastre natural más mortífero que ha azotado al país en años y se produce mientras Myanmar se tambalea por una guerra civil que desde 2021 ha dañado las redes de comunicación, dañado la infraestructura sanitaria y dejado a millones de personas sin alimentos y refugio adecuados.