El papa Francisco, de 87 años, permanece ingresado en el Hospital Gemelli de Roma desde el domingo 23 de febrero tras sufrir una grave crisis respiratoria. Aunque el pontífice está siendo tratado con oxígeno y transfusiones de sangre para estabilizar su condición, su situación continúa siendo delicada, lo que ha generado gran preocupación en la comunidad católica y en la Iglesia en general. Su estado crítico ha puesto de manifiesto la importancia de un protocolo claro en la Ciudad del Vaticano para afrontar el fallecimiento de un papa, según lo establecido por la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por el papa Juan Pablo II en 1996.
En el caso de que se confirme el deceso del papa Francisco, el protocolo establece una serie de pasos para garantizar la continuidad del liderazgo en la Iglesia. El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, junto con los Prelados Clérigos y el Secretario, deberá verificar oficialmente el fallecimiento del pontífice en presencia del Canciller de la Cámara Apostólica, quien extenderá el acta de defunción. Posteriormente, el estudio y la habitación papal serán sellados y permanecerán intactos hasta después de su sepultura, mientras el personal de servicio podrá seguir residiendo en la residencia papal.
El Cardenal Vicario para la diócesis de Roma será el encargado de comunicar la noticia del fallecimiento al pueblo romano. Además, tomará la responsabilidad de custodiar el Palacio Apostólico Vaticano, así como otros lugares clave como los palacios de Letrán y Castel Gandolfo. Parte del protocolo incluye la destrucción del «Anillo del Pescador», un símbolo de la autoridad papal, para evitar que sea utilizado por otra persona de forma no oficial.
Una vez confirmado el deceso, el Colegio Cardenalicio convocará un cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa. Los cardenales, aislados en la Casa de Santa Marta, deberán votar hasta lograr una mayoría de dos tercios. En caso de que no se obtenga un resultado tras tres días de votaciones, el proceso se suspenderá por un día de oración antes de continuar.
Este protocolo, que ha sido cuidadosamente diseñado para garantizar un proceso ordenado y respetuoso, sigue siendo un aspecto fundamental para la Iglesia en momentos de incertidumbre. La comunidad católica sigue atenta a la salud del papa Francisco, mientras observa cómo se desarrolla este procedimiento que ha sido parte del sistema de sucesión papal durante varias décadas.