En el distrito de Tonacatepeque, en San Salvador Este, se ha consolidado una celebración única que hace frente al Halloween y preserva el folclore local: La Calabiuza, un «festival de los muertos» con sello 100% salvadoreño.
Lo que comenzó como una muestra de respeto hacia los fieles difuntos, se ha transformado en un referente cultural gracias a las juventudes de la localidad. La festividad ha ganado popularidad como un símbolo de identidad salvadoreña, reivindicando valores y prácticas heredadas de las generaciones pasadas.
Emerson Rodríguez, uno de los participantes, destaca el sentido de pertenencia que despierta esta celebración: “La Calabiuza es la fiesta que nos dejaron nuestros antepasados, con un gran significado cultural para recordar a nuestros muertos con alegría. Le hacemos frente al Halloween, una fiesta de simples disfraces para pedir dulce”, declaró Rodríguez, resaltando la distinción cultural entre ambas celebraciones.
Originalmente, la festividad rendía honor a los santos niños inocentes y las almas de los fieles difuntos. Según el relato popular, en esta fecha San Pedro otorga un permiso especial para que las almas desciendan a la Tierra, con la única condición de que solo pueden alimentarse de ayote en miel.
Las familias de Tonacatepeque, entonces, preparan el ayote en miel en honor a esta tradición. Niños vestidos de ángeles recorren el vecindario portando morros y velas, entonando versos para pedir la tradicional ofrenda:
“Ángeles somos, del cielo venimos, pidiendo ayote para nuestro camino, mino, mino”.
La Calabiuza sigue viva como una expresión cultural que, en su particularidad, celebra la vida y la memoria de quienes ya partieron, recordando con orgullo la herencia ancestral que distingue a esta comunidad.