El número de personas afectadas por enfermedades neurológicas ha experimentado un aumento alarmante en las últimas décadas, convirtiéndose en la principal preocupación para la salud a nivel mundial. Según el ‘Estudio global de enfermedades, lesiones y factores de riesgo 2021’, publicado en la revista The Lancet Neurology, el 43% de la población mundial vive con alguna enfermedad neurológica, lo que representa un aumento del 59% en los últimos 30 años. Este fenómeno ha llevado a un incremento del 41% en las muertes asociadas a estas afecciones a nivel global.
Los hallazgos de este estudio, liderado por el Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, proporcionan una visión exhaustiva del impacto de las enfermedades del sistema nervioso en la salud de las personas. Los investigadores analizaron 37 cuadros patológicos únicos y sus factores de riesgo, incluyendo enfermedades convencionales como el ictus, la migraña, accidentes cerebrovasculares y diversas formas de demencia. Además, por primera vez se examinaron los efectos de los trastornos del desarrollo neurológico, la neurodegeneración en la vejez y afecciones de nueva aparición causadas por enfermedades infecciosas como el COVID-19, la equinococosis quística, la malaria, la sífilis y el virus del Zika.
Los resultados son contundentes: en 2021, las enfermedades neurológicas causaron la muerte de 11 millones de personas y provocaron una pérdida de 443 millones de años de vida saludable a nivel global. Este conjunto de enfermedades ha superado a los padecimientos cardiovasculares como la principal amenaza para la salud y la principal causa de discapacidad en el mundo.
Jaimie Steinmetz, investigadora del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington y autora del estudio, señala que «estimamos que 3,400 millones de personas experimentaron alguna pérdida de salud neurológica en 2021, lo que se debe en gran medida a algunas afecciones que están muy extendidas». Este análisis tiene en cuenta la comorbilidad independiente entre afecciones, lo que significa que un individuo puede padecer más de una enfermedad al mismo tiempo.
El aumento de los años de vida ajustados en función de la discapacidad y el incremento del número de personas que viven con pérdida de salud neurológica se debe principalmente al envejecimiento y aumento de la población, explicó Steinmetz.
Los accidentes cerebrovasculares, las encefalopatías neonatales, la migraña, la neuropatía diabética, el alzhéimer y otras demencias son las afecciones que causan más años de vida saludable perdidos en términos generales. Sin embargo, existen diferencias geográficas significativas en la prevalencia y el impacto de estas enfermedades. Por ejemplo, las personas en países de ingresos bajos y medios se ven desproporcionadamente afectadas debido a una mayor prevalencia de afecciones que afectan a recién nacidos y niños menores de cinco años.
El ictus, en particular, ha demostrado ser la afección con mayor impacto en 19 de las 21 regiones estudiadas. Mientras tanto, las enfermedades como la encefalitis neonatal, la meningitis y los defectos del tubo neural afectan principalmente a pacientes menores de cinco años. En otras franjas de edad, como en adultos jóvenes y de mediana edad, son más comunes las enfermedades como la migraña y la neuropatía diabética. En la población de edad avanzada, destacan el trastorno de Parkinson y diferentes tipos de demencia como el Alzheimer.
Ante este panorama, los investigadores instan a una acción médica integral para abordar estas enfermedades neurológicas. Es fundamental implementar estrategias efectivas de prevención, tratamiento y rehabilitación, así como optimizar la asignación de recursos para garantizar una atención adecuada a lo largo de la vida de las personas afectadas.
En resumen, el aumento alarmante de las enfermedades neurológicas representa una crisis de salud pública global que requiere una respuesta urgente y coordinada a nivel mundial. Solo mediante la colaboración entre gobiernos, instituciones de salud y la comunidad científica podremos hacer frente a este desafío y garantizar un futuro más saludable para todos.