El 10 de octubre de 1986, a las 11:49 a. m., un sismo de magnitud 5.7 sacudió San Salvador, con una duración de 10 segundos, que fue suficiente para provocar graves daños, considerada como una de las peores tragedias sísmicas de El Salvador. El movimiento telúrico dejó un saldo de 1,530 fallecidos, más de 10,000 heridos, y aproximadamente 200,000 ciudadanos damnificados.
La destrucción fue de gran magnitud porque el epicentro se dio debajo de las zonas densamente pobladas como San Marcos y Santo Tomás, donde muchas estructuras ya presentabas daños y no resistieron a la magnitud del sismo. Uno de los casos más recordados se encuentra el derrumbe del edificio Rubén Darío, donde murieron decenas de personas.
Las réplicas de este sismo se extendieron hasta mayo de 1987, provocando más daños en las zonas que habían sido mayormente afectadas.
El impacto del sismo fue tan fuerte que más del 90 % del sistema de salud quedó dañado, y lugares como el Estadio Cuscatlán, y el Palacio de los Deportes no resistieron. Además, en barrios como Santa Anita, la situación fue catastrófica, con muchas viviendas que solo fueron reducidas a escombros.