El pasado 5 de julio de 2025, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Guardia Nacional (GN) de México reportaron con bombos y platillos la incautación de 427 kilogramos de cocaína transportados en una avioneta que, según sus primeras versiones, habría partido de El Salvador. La noticia rápidamente hizo eco, especialmente porque el Gobierno Mexicano jamás detalló la ruta completa de la aeronave ni reveló la identidad de los tres capturados.
Este silencio alimentó especulaciones e incluso fue aprovechado por sectores opositores en El Salvador que no tardaron en intentar politizar el tema para golpear la imagen del Gobierno de Nayib Bukele, pese a que El Salvador es hoy un referente en la región en la lucha contra el narcotráfico, con incautaciones récord y reconocimientos internacionales, incluidos los del propio Gobierno de Estados Unidos.
La tensión aumentó cuando, durante la conferencia matutina del 8 de julio, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México, Omar García Harfuch, aseguró que la avioneta procedía de El Salvador. Sin embargo, una vez más, no presentó pruebas claras ni documentos técnicos que respaldaran sus declaraciones. Tampoco habló sobre quiénes eran los detenidos, un detalle no menor, pues desde el inicio omitieron revelar nacionalidades.
Esta narrativa se mantuvo en la incertidumbre hasta que, horas después, el presidente Nayib Bukele decidió ponerle freno a lo que él calificó como una afirmación completamente «FALSA».
A través de un extenso hilo en su cuenta de X (antes Twitter), Bukele expuso cronológicamente cómo ocurrieron los hechos desde el punto de vista técnico y con información oficial de la región. Detalló que el 3 de julio a la 1:00 pm, Costa Rica detectó una traza sospechosa al noroeste de su territorio, activando inmediatamente la alerta regional mediante la red APAN, un sistema centroamericano especializado en seguridad aérea.
Los reportes indicaron que la avioneta entró a Costa Rica, se perdió momentáneamente del radar y luego reapareció saliendo al océano Pacífico, sin siquiera acercarse al espacio aéreo salvadoreño. Los propios radares de El Salvador confirmaron que no hubo contacto aéreo alguno.
Para reforzar sus argumentos, Bukele mostró una imagen con la trayectoria de vuelo, donde claramente se observa que la avioneta voló muy al sur de El Salvador y Nicaragua, sin proximidad alguna. También citó un informe de JIATFS Key West (EE. UU.), una de las agencias más reconocidas en el hemisferio en el monitoreo del tráfico ilícito, que corroboró que la aeronave nunca tocó territorio salvadoreño.
Pero el golpe más fuerte llegó cuando Bukele reveló un dato que ni México ni los medios habían informado: la identidad y nacionalidad de los tres detenidos. Se trata de:
- Leonardo Alonso Parra Pérez, piloto originario de Guasave, Sinaloa.
- José Adán Jalavera Ceballos, copiloto de Chihuahua.
- Felipe Villa Gutiérrez, de Morelia, Michoacán.
«El Salvador no encubre criminales ni tolera el narcotráfico, no lo hicimos antes, no lo haremos ahora. Tampoco permitiremos que intenten involucrarnos en operaciones que no nos corresponden ni nos pertenecen», sentenció Bukele, exigiendo además al Gobierno de México una «aclaración y rectificación inmediata». Como medida diplomática, ordenó llamar a consulta a la embajadora salvadoreña en México.
El efecto fue casi instantáneo. Un par de horas después, el propio secretario mexicano, Omar García Harfuch, publicó un comunicado en el que intentó precisar la situación. Dijo que la traza se detectó a 200 km al sur de San Salvador, omitiendo que eso representa un espacio marítimo internacional y no el espacio aéreo salvadoreño. Reconoció finalmente que los detenidos son mexicanos y que ya están siendo procesados por delitos relacionados al narcotráfico. Sin embargo, en ningún momento ofreció una disculpa o rectificación directa.
El Salvador exige disculpa de México
Esto llevó a un nuevo pronunciamiento de Bukele, quien, con un tono firme pero diplomático, respondió:
«Señor Secretario, con todo respeto, la información que usted comparte esta vez, si bien es real, omite señalar que no existe ningún indicio de que la aeronave proviniera de El Salvador. Por el contrario, no se trataba de una aeronave salvadoreña ni contaba con tripulación salvadoreña.»
Bukele remató su mensaje concediendo el beneficio de la duda, atribuyendo lo dicho en conferencia de prensa a un posible malentendido, pero reiterando la necesidad de una aclaración más precisa que deje absolutamente claro que El Salvador no estuvo involucrado ni remotamente con el caso.
Este episodio no solo evidencia la firmeza del Gobierno salvadoreño al defender la soberanía y reputación del país, sino que también expone las inconsistencias y falta de transparencia con la que México manejó inicialmente el caso, algo que inevitablemente deja muchas preguntas en el aire sobre por qué tardaron tanto en revelar la nacionalidad de los verdaderos responsables.