Ojo al nuevo líder de Primera. Ojo al equipazo que se ha instalado en la cima de la Liga, por delante del Madrid y el Barça, que va dejando cadáveres por el camino, sumando puntos sin parar y desprendiendo un aroma de un juego seductor que sólo despierta admiración.
El técnico Michel dijo que el Girona no podía jugar de tú a tú al Barça. Pero le enfrentó sin miedo ni complejo alguno, descreído de la fama que le acompaña, de la grandeza en la que se apoya, y le venció con un repaso futbolístico, arrebatándole el relato del estilo y el juego.
Asaltó al campeón y conquistó el liderato que le conduce a otra dimensión. Al Girona ya se le puede colgar la etiqueta de aspirante al título con el carrerón que lleva, 13 victorias en 16 jornadas, un ritmo de puntuación que sólo alcanzan equipos con condiciones y categoría para ser campeones.
Esa otra dimensión en la que se ha despojado del disfraz de sorpresa, y al que ahora no le van a esperar en ningún lugar con la simpatía que siempre despierta el modesto que desafía a los gigantes. Ahora le tocará defender el fuerte que todos querrán invadir.
Tuvo que escuchar con sonrojo el Barça los cánticos de “olé, olé” en el baile final, cuando Valery puso a salvo una excepcional victoria con el 1-3. Tan salvo que el gol de Gündogan en el tiempo añadido no llegó a inquietar, porque inmediatamente Stuani redondeó.
La histórica noche en la que el Girona se consagró con un triunfo que será recordado por generaciones, y no solo por los hinchas blanquirrojos.