Desde el corazón del Bajo Lempa, en Tecoluca, San Vicente, surgió una historia que representa el potencial transformador de los mercados organizados. En los puestos 26 al 30 del Módulo C de la Central de Abastos de Soyapango, Aldo Cantor ha pasado de ser un pequeño productor de plátano y limón, a convertirse en un proveedor clave para agromercados, restaurantes y hogares salvadoreños.
“Desde que llegamos acá, el movimiento ha crecido de manera bastante grande”, asegura Aldo. Su presencia en la Central no solo multiplicó sus oportunidades comerciales, sino que también impulsó la economía local de su comunidad. Hoy, su negocio genera empleos tanto en la zona productora como en el mismo centro de distribución.
Una apuesta por el comercio directo
Como muchos pequeños agricultores, Aldo inició vendiendo directamente al público. Sin embargo, su incorporación al modelo de comercialización directa de la Central de Abastos marcó un punto de inflexión. Ahora distribuye una parte importante de su producción a los Agro Mercados, a la vez que abastece a revendedores, administradores de restaurantes y consumidores individuales.
“Tenemos la ventaja de que ya no hay intermediarios. Eso vuelve la compra más directa y el precio para el consumidor final bastante disminuido”, destaca.
La eliminación de intermediarios no solo le ha permitido mejorar sus márgenes de ganancia, sino que también garantiza productos frescos y de calidad a precios accesibles, una prioridad para la Central.
La Central de Abastos como motor de desarrollo
Según Bertalicia Rodríguez Cervellón, subgerente de la Central de Abastos, el impacto de este espacio va más allá del comercio. “Nuestra misión es brindar un buen servicio al productor y al consumidor. Aquí todo va de la casa del productor a la casa del salvadoreño”, afirma.
La Central se ha convertido en un punto clave para pequeños negocios, restaurantes y familias salvadoreñas que buscan productos nacionales a buen precio. Desde las 2:00 a.m. hasta las 10:00 p.m., la actividad no se detiene, cargan, descargan, negocian, distribuyen.
La logística se mueve con precisión para garantizar que productos como los de Aldo lleguen a los diferentes rincones del país. “Mandamos a los agromercados con los camiones que nos visitan y llevamos el producto a todo el territorio nacional”, detalla Rodríguez Cervellón.
En los módulos de la Central no solo se comercializa comida; se cultiva progreso. La historia de Aldo Cantor es un reflejo del impacto positivo que un modelo justo y organizado puede tener en la vida de un productor salvadoreño.