Escrito por Luis Enrique Contreras Reyes.
El 3 de enero de 2020, la televisión iraquí anunció su muerte en Bagdad, causada por un ataque aéreo estadounidense con drones, ordenado por el presidente estadounidense Donald Trump. Es así como EE.UU. eliminó a Qasem Soleimani, general y comandante de la guardia revolucionaria de Irán.
Solaimani había pasado la última década replicando el modelo del grupo terrorista Hezbolá en Irak, Siria y Yemen, apoyando a las milicias locales con armas de precisión y guerra táctica. En Libano Solaimani ha fortalecido al Hezbolá dentro del mismo Estado, logrando desestabilizar este país. Obteniendo apoyo económico y armamentista directamente de Irán. Con ello obtuvo mayor y mejor margen de acción en la región, expandiendo su visión terrorista en el medio oriente.
Para Kasra Naji, corresponsal especial de BBC Persa, la muerte de Qasem Soleimani no tiene precedentes en la región. Ni siquiera se le puede equiparar a la del exlíder de Al Qaeda Osama bin Laden. «No es comparable. Soleimani era una figura militar y política, al frente de una nación, mientras que Bin Laden era un hombre que dirigía una secta clandestina vinculada con actividades terroristas. Soleimani tenía a todo un país e incluso un gran ejército que lo respaldaba. Bin Laden no tenía nada de eso» para la administración Trump, Soleimani era un hombre que tenía sangre estadounidense en sus manos, al igual que el ex líder de Al Qaeda. A este general persa se le acusa de ser el actor intelectual de los ataques con cohetes contra bases estadounidenses en Irak, donde un contratista civil estadounidense resultó muerto.
El Pentágono también lo culpa de tramar planes para atacar a diplomáticos estadounidenses en Irak y en todo Medio Oriente. Pero otros, como el exdirector de la CIA David Petraeus, creen que la frágil situación en la que se encuentra Irán podría limitar su respuesta ante lo que muchos han considerado como «un acto de guerra».
Petraus, quien como general estuvo al mando de las fuerzas estadounidenses en Irak y Afganistán, también considera que la muerte de Soleimani es más importante que la de Bin Laden y la de Abu Bakr al Baghdadi, el líder de Estado Islámico.
Algo que si queda claro luego del asesinato de Soleimani por parte de EE.UU es que el presidente Donald Trump no será tolerante con el terrorismo de ningún tipo; totalmente diferente a los desaciertos y las pasadas políticas endebles de los gobiernos demócratas de Barack Obama. La estrategia de Obama consintió en una retirada progresiva y silenciosa, un abandono a su suerte de esta región.
En el 2010 estallaron las «primaveras árabes» EE.UU. no las supo predecir, falló en prevenirlas y no dispuso de un plan de contingencia para contrarrestarlas y minimizar su impacto. Luego de estas crisis sociopolíticas, el medio oriente es tierra arrasada por la violencia, los crímenes sectarios, la persecución de cristianos y el desmantelamiento de Estados que las potencias europeas plasmaron en el acuerdo de «Asia Menor.» Los habitantes de esta región, con excepción de Israel no son más libres ni están más seguros. Obama no dedicó los esfuerzos necesarios en promocionar la democracia y la libertad ofrecidos en sus discursos iniciales.
En Irak, la estrategia fue pésima, Obama se alejó de una estrategia sensata al abandonar Irak cuando los iraquíes más necesitaban a los norteamericanos. Su responsabilidad era enfrentar el problema que dejó la incursión Bush y no abandonar el país a su suerte ya que, en geopolítica, los espacios abandonados son ocupados por otros actores. Hoy Bagdad no cree en Washington sino en Teherán. Pero con Trump, será diferente.
Luis Enrique Contreras Reyes
Analista Político
@LuisSaxum