Eros, de ocho años, trota por las calles de Medellín varias veces al día con una cesta de paja en su hocico, llevando verduras, frutas y comida empacada a los clientes del mercado El Porvenir. El perro labrador color chocolate es recompensado con meriendas y masajes en su peluda cabeza.
“Nos ayuda con lo del distanciamiento social”, dice su dueña, María Natividad Botero. “Y a la gente le gusta mucho cuando le mandamos el perro”.
Eros no fue siempre la estrella que es ahora. Botero aceptó a regañadientes que el can se quedara en la familia tras la insistencia de su hijo para adoptar un perro.
Pero Botero y el resto de la familia muy pronto se enamoraron del cachorro. Y cuando abrieron el mercado hace cuatro años en el barrio de Tulipanes, Eros comenzó a acompañar a Botero y sus hijos a hacer entregas de abastecimientos.
Eros no conoce las direcciones, pero recuerda los nombres de los clientes que previamente lo han recompensado. Y con paciencia, ha aprendido a ir a las casas por su cuenta.
“Se sabe los nombres de cinco o seis clientes”, dijo Botero. “Yo mando el mercado en la canasta con un recibo, y me pagan por transferencia bancaria”.
Con los casos de coronavirus llegando a más de 3.000 nuevas infecciones por día en Colombia, los gobiernos municipales están imponiendo medidas de distanciamiento y limitando el número de días por semana en que las personas pueden ir de compras.
Eso ha tornado a los trabajadores de entregas en una parte cada vez más importante de la economía.
Eros no sabe que se ha vuelto un trabajador esencial. Pero está feliz de poder ayudar a sus dueños y colectar su paga diaria.
“Es un glotón a la hora de comer”, dice Botero. “No se va de la casa hasta que le den su mecato (merienda)”.