El Gobierno irlandés ha decretado este lunes la máxima alerta del plan contra la COVID-19, que insta a la ciudadanía a quedarse en casa y cierra los bares, restaurantes y comercios no esenciales, aunque mantiene abiertas las escuelas y guarderías.
Este confinamiento, menos estricto que el impuesto durante la primera ola, entrará en vigor el jueves y durará seis semanas, con vistas a levantar progresivamente las restricciones hacia principios de diciembre para dar un respiro a la economía de cara a las Navidades. A partir del 1 de diciembre, el Gobierno prevé rebajar el nivel de alerta al 3.
Según las nuevas restricciones, los bares y restaurantes solo ofrecerán servicios para llevar, se prohibirán todas las reuniones familiares y no se permitirán visitas a otros domicilios, mientras que los desplazamientos no esenciales, como paseos o salidas de ejercicio físico, se limitarán a un radio de cinco kilómetros. Además, los ciudadanos solo podrán salir de los condados donde residen para trabajar, estudiar u otras causas consideradas esenciales, si bien las autoridades recomiendan el teletrabajo.
Los casos repuntan en la última semana
De acuerdo con el último balance oficial, el país ha registrado 1.031 nuevos casos en el último día tras una semana de ascenso, para un acumulado de 50.993 casos y 1.852 fallecidos. Este marcado repunte de casos ha llevado al Gobierno a decretar la alerta en todo el país, siguiendo finalmente las recomendaciones de sus asesores sanitarios, -el 7 de octubre decretaba el nivel tres de alerta, en contra de los científicos-, aunque con desacuerdo político.