El este 24 de marzo se cumplen 45 años del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, un hecho que conmocionó a El Salvador y al mundo. El crimen ocurrió mientras el prelado oficiaba misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, en San Salvador, a las 6:30 de la tarde, cuando un disparo al corazón lo dejó mortalmente herido.
El ataque generó confusión entre los asistentes. Testigos relataron que se escuchó una detonación y de inmediato el arzobispo cayó al suelo. Consuelo de González, quien presenció el asesinato, declaró que “Romero estaba en el momento de la consagración cuando se vieron luces y casi inmediatamente se oyó una gran detonación, cayendo el arzobispo mortalmente herido”. Tras el disparo, el religioso fue trasladado a la Policlínica Salvadoreña, pero falleció en el trayecto.
El crimen tuvo un impacto inmediato en el país. La noticia se propagó rápidamente y generó una reacción de temor en la población. El transporte público disminuyó, los negocios cerraron y la Fuerza Armada comenzó a patrullar las calles. Durante la madrugada del 25 de marzo, estallaron bombas en San Salvador, San Miguel y Santa Ana, incrementando la tensión social.
El funeral de monseñor Romero se llevó a cabo el domingo 30 de marzo en la Catedral Metropolitana, pero la ceremonia fue interrumpida por una violenta represión que dejó múltiples víctimas y una estampida de personas en la plaza Cívica. En los días previos a su asesinato, Romero había hecho un llamado a las fuerzas de seguridad para cesar la represión, con la frase que ha trascendido por décadas: “Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”.
El asesinato de Romero fue atribuido a los escuadrones de la muerte y señalado en el Informe de la Verdad de Naciones Unidas como una orden del exmayor Roberto d’Aubuisson. En el año 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos declaró al Estado salvadoreño culpable de violaciones de derechos humanos en el caso y ordenó investigación y justicia para los responsables. Sin embargo, el proceso judicial ha permanecido estancado desde que el caso fue reabierto en 2017.
Monseñor Romero fue canonizado por el papa Francisco en 2018, convirtiéndose en el primer santo salvadoreño. Su legado sigue vigente en la historia del país y su mensaje resuena en la lucha por la justicia y los derechos humanos en El Salvador.