El papa Francisco visitó un barrio de Lisboa que hace años fue conflictivo y un foco de delincuencia para llamar la atención sobre la faceta caritativa de la Iglesia católica y la necesidad de proteger a los más vulnerables en todo el mundo con gestos concretos que “ensucien las manos”.
En el tercer día de su visita a Portugal, el pontífice comenzó la jornada confesando a algunos de los jóvenes que están en la capital lusa para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Francisco visitó un centro comunitario en el vecindario de Serafina en la capital, situado debajo de un gigantesco acueducto del siglo XVIII que es un símbolo de la riqueza que el oro de la colonia portuguesa de Brasil proporcionó al país.
Hace dos décadas, la droga y delincuencia asolaban el vecindario, problemas que han quedado atrás en gran medida gracias en parte al esfuerzo de los grupos de beneficencia de la Iglesia, incluyendo uno que se creó para dar un hogar a los hijos cuyos padres no podían hacerse cargo de ellos.
Dirigiéndose a los jóvenes y a los miembros de esas organizaciones, el papa dijo que el verdadero servicio a la comunidad debe hacerse con gestos concretos que tengan impacto. Francisco dio las gracias a los grupos eclesiásticos por “ensuciarse las manos al tocar la realidad y la miseria de los demás”.
“No existe el amor platónico, está en órbita, pero no está en la realidad”, afirmó, y dijo que no podía venir a Lisboa para la JMJ sin visitar el centro porque ”esto también es juventud, en el sentido que ustedes generan vida nueva continuamente”.
Además, agradeció su “conducta” ya que “gracias a su compromiso y a ensuciarse las manos por tocar la realidad y la miseria de los demás están generando inspiración (y) vida”.
Tomado de: La Voz de América.