A pocas horas de su fallecimiento, se confirmó que el papa Francisco no dejó bienes materiales. Su patrimonio final ascendía a apenas 100 dólares, sin cuentas bancarias ni propiedades a su nombre.
Fue su deseo expreso, plasmado en su testamento, que su ataúd fuera sencillo, como símbolo de su vida sin excesos.
Desde que asumió el papado, Jorge Mario Bergoglio marcó una ruptura con la opulencia, renunciando a los apartamentos papales y a cualquier retribución económica. Su compromiso con los más necesitados fue coherente y constante: “En los pobres encontramos el rostro de Cristo”, solía decir.
Hoy, su legado se eleva como ejemplo de coherencia, humildad y profunda entrega pastoral.