Este miércoles tomará el control de la arteria principal de Beijing, la Avenida de la Paz Eterna, para un gran desfile militar que exhibirá las armas hipersónicas de última generación del país, misiles con capacidad nuclear y drones submarinos, junto a miles de soldados marchando al paso de la oca.
Durante los últimos tres días, Xi Jinping fue anfitrión de una cumbre en una de las ciudades portuarias más concurridas de China, y le dio la bienvenida a líderes de toda Asia y Medio Oriente para reuniones cuidadosamente coreografiadas y diseñadas para mostrar su visión de un nuevo orden mundial.
Ahora, el líder chino se dispone a exhibir una imagen muy diferente con una ostentosa exhibición de poderío militar.
El mensaje de Xi con su ejercicio de varios días de poder blando y duro es claro: China es una fuerza que quiere restablecer las reglas globales y no tiene miedo de desafiar las de Occidente.
Ese mensaje queda claro en la lista de invitados de Xi a la reunión: una cohorte de más de dos docenas de líderes mundiales amigos de China, encabezados por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, y que también incluye al presidente de Irán, Masoud Pezeshkian.
Putin elogia relaciones «sin precedentes» con China durante conversaciones formales con Xi en Beijing
Esto también marca la primera vez que los líderes de un cuarteto de naciones que los estrategas de Washington advierten que están convergiendo para formar un “eje de agitación” antiestadounidense estarán juntos en un evento.
Para los líderes occidentales que intentan desesperadamente aumentar la presión sobre Putin para que ponga fin a su guerra en Ucrania, esas imágenes parecerán duras.
Algunos observadores occidentales consideran a Irán, Corea del Norte, China y Rusia como un eje antiamericano emergente precisamente porque Teherán y Pyongyang han suministrado armas a Moscú y –en el caso norcoreano– tropas, mientras que China ha ayudado a su economía e industria devastadas por la guerra.
Mientras Xi les ofrece asientos a su lado en un día simbólico para China, se muestra como el único peso pesado mundial que podría tener una verdadera oportunidad de presionar a Putin para que ponga fin a su guerra. Una influencia que no piensa usar para jugar según las reglas de Occidente.
Para Xi, el líder más poderoso y de mayor permanencia en el cargo en China en décadas, el simbolismo –y el momento oportuno– tendrán un propósito.
Bajo la presidencia de Donald Trump, Estados Unidos está reestructurando sus alianzas y causando problemas económicos a países de todo el mundo, incluso a amigos y aliados, con su guerra comercial global. Xi ve el momento oportuno para realizar lo que podría ser su demostración más contundente hasta la fecha de su desafío a un mundo basado en las normas y sensibilidades occidentales.
Algunos vistazos a las actividades de los asistentes a la cumbre en los últimos días han mostrado una poderosa camaradería entre los reunidos: el primer ministro de india, Narendra Modi, y Putin saludaron animadamente a Xi, Modi abrazó a Putin y otros mandatarios se acercaron para saludar al líder de Rusia mientras caminaba hombro con hombro con Xi.
Se podría decir que estos momentos tienen resultados tan poderosos como las declaraciones realizadas y señalan una convergencia de líderes sin Occidente.
“Lo que Xi intenta transmitir es certeza sobre el papel de China en los asuntos internacionales. Esto indica claramente a la población de toda la región que el país se ha consolidado como una gran potencia y que no se irá a ninguna parte”, afirmó Jonathan Czin, titular de la Cátedra Michael H. Armacost de Estudios de Política Exterior en Brookings.
“Si eres un aliado o socio de Estados Unidos, estás sentado en una capital en algún lugar de la región y tiene dudas reales sobre si puede o no confiar en Estados Unidos como socio, es una pantalla dividida incómoda de ver”, añadió.